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sábado, 7 de diciembre de 2013

Los puentes y pretiles del siglo XV y XVI del jardín del Turia en Valencia aparecen cada día "decorados" con nuevas declaraciones románticas


El entorno del viejo cauce del río Turia se ha transformado en un amplio mural sobre el que los románticos más atrevidos de la ciudad lanzan mensajes amorosos a sus estimadas parejas. Para muchos, pintar algo como «eres lo mejor de mi vida» o «te quiero» sobre piedras centenarias supone un grave ataque al patrimonio urbano, pero para otros, simplemente se trata de un detalle inofensivo que endulza las vistas del jardín. El ayuntamiento contempla sanciones de hasta 3.000 euros para los «artistas fluviales».


­Afirma el proverbio que «las palabras vuelan y lo escrito permanece», así que parece lógico que los enamorados heridos por las afiladas flechas de Cupido busquen un lugar especial sobre el que estampar sus sentimientos y perpetuar su incondicional amor. En la ciudad de Valencia, ese lugar es el viejo cauce del río Turia. Un espacio en gran parte protegido por su gran valor patrimonial, cuyos puentes, muros, pretiles, y hasta los románticos troncos de los árboles que pueblan el jardín, aparecen a diario serigrafiados con dulces palabras de amor, imaginativas declaraciones, atrevidas promesas o, simplemente, rudimentarios dibujos de inmensos corazones entrelazados que desafían a la estética de los elementos del entorno. Nadie puede negar que el amor impregna todos y cada uno de los rincones del Turia; tampoco que se detecta poca sensibilidad para su mantenimiento.
Y es que, más allá de que el conocido pulmón verde de la ciudad se haya convertido en un lugar en el que poder tumbarse sobre el césped para disfrutar de la compañía en la intimidad, los voraces conquistadores amorosos han desenfundado sus botes de pintura en espray y aprovechan el viejo cauce como un amplio espacio donde dar rienda suelta a las embriagadoras sensaciones propias del amorío, sin tener demasiado en cuenta las consecuencias de sus creaciones.
Frente a la corriente mayoritaria que defiende que este tipo de pintadas no son más que actos de vandalismo contra el patrimonio histórico de la ciudad y que, por tanto, deberían ser perseguidos con severidad por las autoridades municipales, existe un reducido sector que se define partidario de la reproducción de este tipo de tiernos e inofensivos «adornos».
Redes sociales favorables
Es difícil encontrar a algún vecino de Valencia que alabe, públicamente, la iniciativa de estos aficionados artistas románticos que publicitan su amor en un escenario tan emblemático como los puentes que cruzan el Turia. No obstante, en las redes sociales, donde reina el anonimato, son muchos los que además de difundir e impulsar los mensajes más impactantes, argumentan que sería positivo que se mantuvieran expuestos. «A mí me alegra el día cuando lo leo», «no hace daño a nadie», «Me gustaría que me lo hiciesen a mí»..., son sólo algunas de las expresiones más utilizadas por los usuarios de un portal digital en el que se valoran originales frases del tipo «eres el amor de mi vida» o «te quiero», coloreadas bajo en algún tramo del jardín.
Un equipo especial de limpieza
En los espacios del río protegidos por su valor patrimonial, como es el caso del Puente de la Trinidad, que data del año 1402, y los de San José, Serranos, del Real y del Mar –construidos en los siglos XV y XVI para dar entrada a los viajeros que llegaban de las comarcas–, la limpieza de las pintadas no es una tarea sencilla. El Ayuntamiento de Valencia tiene designado a un grupo de técnicos especializados en conservación del patrimonio para borrar los restos de estos mensajes de enamoramiento en el mobiliario urbano. Sus técnicas de limpieza tratan de reducir al máximo el daño que se inflige a los materiales que componen las estructuras, en este caso los puentes o los pretiles, pero resulta prácticamente imposible que al aplicar el borrado no permanezca alguna marca, por mínima que sea.
Asimismo, los costes que supone para las arcas municipales proceder a la limpieza de estas declaraciones de amor eterno son importantes. En lo que va de 2013, la Concejalía de Medio Ambiente ha invertido cerca de 321.000 euros en eliminar las frases y las pintadas que de un día para otro aparecen en diferentes partes de la ciudad. Una gran cantidad de ellas se concentra en los casi ocho kilómetros de recorrido ajardinado que une el Parque de Cabecera con la Ciudad de las Artes y las Ciencias.
Por eso, para los infractores hay establecidos duros castigos. La ordenanza de limpieza de la ciudad de Valencia contempla que estos romances manifestados en las paredes con simple pintura de bote son sancionables con una multa, aunque el importe de la sanción aumenta o disminuye dependiendo de la magnitud del daño. Las pintadas pequeñas o en lugares inocentes, es decir, las «leves» tienen un castigo de 750 euros. Si el grado aumenta, porque así lo hace la intensidad del amor demostrado o porque el lugar es un bien protegido, la broma puede costar hasta 1.500 euros. Finalmente, si el mensaje implica un atropello a la estética de la ciudad y su mobiliario, el precio de la penitencia alcanza los 3.000 euros.
Aún así, para algunos colectivos vecinales de la ciudad, como Cercle Obert de Benicalap, no es suficiente. Hace algunos meses, esta asociación anunció acciones contra las administraciones valencianas por su «comportamiento negligente y su falta de medidas para cuidar el patrimonio cultural». Porque el amor, aunque pueda ser ciego, no debería ser sucio; menos cuando se muestra sobre uno de los estandartes arquitectónicos de la ciudad.
Los candados románticos pierden su protagonismo
Los candados del amor que empezaron a proliferar en todas las grandes capitales europeas después del éxito de la novela italiana «Ho voglia di te» (Tengo ganas de ti) del escritor Federico Moccia, han perdido toda su fuerza. Después de ser retirados del puente Milvio de la ciudad de Roma en diciembre de 2011, también han ido desapareciendo de forma progresiva de los puentes de ciudades como Valencia. En 2010 estos pequeños candados, que presumiblemente encierran el amor eterno, colonizaron la zona del lago del Parque de Cabecera, pero lo cierto es que ahora la moda de cerrojo ha pasado a mejor vida. El ritual, prácticamente extinguido, se basaba en colgar un candado sobre el puente de un río, escribir en él un bonito mensaje y luego cerrarlo con llave, la cual debía ser lanzada posteriormente sobre el curso fluvial con el objetivo de que fuera arrastrada hasta el mar. Poco a poco, los puentes europeos han visto como los candados se esfumaban, al contrario que las llamativas pintadas. p. valero valencia

Fuente: Levante

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