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miércoles, 9 de mayo de 2012

Un conde veneciano robaba cuadros a sus amigos nobles y sustituía las obras originales por copias


Fotografiaba las telas para hacer copias, que cambiaba por los originales. Ninguno de los propietarios se enteró.

Imagen de las copias digitales montadas
en tela que usaba como «recambio»

La historia es de película. Pero la realidad, como en tantas ocasiones supera la ficción. Un conde veneciano caído en desgracia y con falta de liquidez, el setenteañero Cristiano Barozzi, robaba obras de arte a otros amigos nobles y ricas familias aristocráticas de Venecia para volver él a su esplendor de épocas pasadas.

El conde Cristiano Baruzzi, muy conocido en Venecia y con gran sensibilidad por el arte, se convirtió en un “artista” de lo falso, engañando así, en una operación sin precedentes a sus amigos.

Hacía fotos y vídeos a los cuadros más interesantes de sus amistades, los reproducía idénticos mediante un sistema digital, éstos le servían para sustituir a los originales, los cuales revendía al estar bien introducido en el mundo de los anticuarios. Aparentemente muy sencillo, y eficaz.

Los dueños no se enteraban porque el conde Baruzzi se preocupaba de enmarcar los cuadros falsos en sus marcos originales. Utilizaba otro truco: escogía las obras de arte de la casa que tenían menos iluminación. De esta forma, los propietarios , generalmente ausentes, difícilmente se percataban de que en lugar de sus viejas telas solamente había una serigrafía realizada, eso sí, con las más sofisticadas técnicas digitales, oportunamente envejecidas con pinturas y barnices. Al tener el marco original, ninguno de los propietarios llegó a percatarse del robo y del engaño.


Sus colaboradores


Para llevar a buen puerto sus operaciones, el conde Baruzzi echó mano de cuatro colaboradores: dos mayordomos de Ceilán, un experto en arte como el consejero de Bellas Artes de Padova y otro experto en impresión digital. Llevaba realizando robos durante casi un decenio, pero sus 5 golpes más espectaculares los dio en pocos meses, robando 41 cuadros y metiéndose en el bolsillo por su venta más de un millón de euros, casi limpio, porque el conde era tacaño y pagaba mal a sus compinches. Por ejemplo, a los mayordomos, que le permitían la entrada en las casas les daba 1.500 euros.

La mayoría de los cuadros robados eran de la escuela de Tintoretto y Guardi. Es decir, no eran de los padres de la pintura veneciana, pero sí de sus discípulos, con muy buenos precios en el mercado.

Al conde Baruzzi le fue muy bien el “negocio” hasta que uno de los mayordomos se fue de la lengua casualmente en otra investigación que realizaban los carabineros. De no haber sido porque éstos avisaron a los dueños de los cuadros y les “abrieron los ojos”, difícilmente se hubieran percatado del robo.

Con el conde Baruzzi en la cárcel, y descubierta la insólita trama, sus amigos nobles y otros aristócratas deberán revisar todos sus cuadros. La policía cree que hay más cuadros falsos en villas y palacios venecianos.


Fuente: ABC

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