Cientos de piezas arqueológicas abandonan el país cada año. Salen por cielo, mar y tierra rumbo al mercado negro del arte. En México, este saqueo comparte rutas con el narcotráfico.
La mañana del martes 5 de abril, la policía italiana anunció que un gran guerrero regresaría, por fin, a casa. Nadie sabe, con certeza, cuando abandonó el país y cómo llegó a Europa. Lo único seguro es que salió de México clandestinamente y que fue hallado en un mercado de antigüedades en la ciudad de Bolonia, Italia.
No se trata de un guerrero de carne y hueso, sino de un hombre formado en barro. Los expertos dicen que esta pieza fue elaborada entre el año 100 a.C. Y el 1300 d.C., y que pertenece a una cultura del occidente de México. Es una de las más de mil piezas arqueológicas que -según registros oficiales- han sido llevadas al extranjero, ilegalmente, en los últimos 10 años.
El tráfico ilícito de arte, asegura la Interpol, es el tercer delito más rentable del mundo, después del tráfico de drogas y de armas. Las cifras más conservadoras señalan que en el mercado negro del arte se mueven alrededor de seis mil millones de dólares al año y que el valor de las piezas varía entre mil y un millón de dólares. Por supuesto, hay piezas que se venden en mucho más.
Además, de multimillonario, el mercado negro del arte prehispánico es un escenario cambiante que adopta, con rapidez, los avances tecnológicos. “Los traficantes de arte disponen de sistemas de rastreo satelital y cuentan con recursos tecnológicos de vanguardia para iniciar sus operaciones”, dice el investigador Fernando Báez, autor del libro El saqueo cultural de América Latina.
México es uno de los sitios de mayor interés para los saqueadores. Las imágenes tomadas por satélites que están en el espacio, a 700 kilómetros sobre la Tierra, son herramientas clave que los saqueadores profesionales utilizan para elegir los sitios ideales en los que deben escarbar. Cuentan con poderosas cámaras que son capaces de ubicar edificios enterrados e, incluso, objetos con apenas un metro de diámetro. Esta tecnología, que está incorporada en proyectos como Google Earth, combina las imágenes de infrarojos con fotografías de alta resolución. De esta manera, los saqueadores tienen la posibilidad de ver debajo de la tierra y dejar al descubierto las estructuras de adobe y piedra de las ciudades antiguas que continúan escondidas en todo el mundo.
Se estima que en todo el país hay 100 mil zonas arqueológicas, de las cuales únicamente hay 43 mil 624 registradas, de acuerdo con información proporcionada por la investigadora del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Blanca Paredes. De las últimas, solo mil han sido exploradas por los expertos de la institución, y tan solo 140 están abiertas al público. El resto se encuentra en el total desamparo.
Los datos reunidos por el arqueólogo Alejandro Martínez Muriel, durante su gestión al frente de la Coordinación Nacional de Arqueología del INAH reflejan, con claridad, la magnitud del problema. Un total de 478 zonas arqueológicas han sido afectadas por saqueadores profesionales y 2,127 sitios más presentan huellas de un “saqueo simple”, pero sistemático, en el que no se usó tecnología avanzada. A esto, hay que añadir los comentarios de Blanca Paredes, quien después de 30 años de investigaciones, concluye que “cada día se registran entre 25 y 30 afectaciones a las zonas arqueológicas del país, entre saqueo, destrucción y daños”. Pero, ¿quienes son los saqueadores? ¿Quiénes están detrás del mercado negro del arte prehispánico?
El crimen organizado y las rutas del tráfico
Fernando Báez es venezolano y uno de los pocos investigadores que se han aventurado a unir los eslabones del mercado negro. Ha llegado a la conclusión de que narcos y traficantes de arte trabajan de manera coordinada: “Comparten rutas, lavan dinero y brindan protección a las entregas. La franquicia de las redes y rutas es rentable e híbrida. Estamos ante criminales organizados con gran capacidad de evolución”, asegura este experto. Nadie mejor que un traficante arrepentido para confirmar este vínculo. Este es Michel van Rjin, un antiguo saqueador y comerciante de objetos prehispánicos quien, vía telefónica desde Ámsterdam, explica que el robo de arte y el narcotráfico mantienen una estrecha relación. “Utlizan las mismas vías y la misma infraestructura. Es un mismo negocio”.
Van Rjin es descendiente directo del famoso pintor Rembrandt. Abandonó el tráfico ilícito para trabajar como informante de Scoland Yard y otros grandes grupos e lucha contra el crimen organizado. Su experiencia ha dado grandes frutos. Gracias a él fueron recuperados una serie de frescos y mosaicos, saqueados de varias iglesias de Chipre y que estaban valuados en, aproximadamente, 40 millones de dólares, así como una pieza peruana incluida en la colección Patterson, que reúne varias piezas mexicanas que fueron sacadas ilícitamente del país.
Aunque la Procuraduría General de la República (PGR) no brinda detalles de la relación entre saqueadores y narcotraficantes, sus archivos, desde 2006, registran decomisos en los que los detenidos trasladaban, de forma conjunta, armas de fuego, cocaína y figurillas prehispánicas originaes.
En el informe Stealing History, publicado por la UNESCO en 2000, los investigadores Neil Brondie, Jenny Doole y Peter Watson mencionan que las bandas que lavan dinero y trafican con droga también han comenzado a traficar con antigüedades. Para muchos expertos, esta relación se hizo evidente en 1999, cuando las autoridades de Estados Unidos detuvieron, en Colorado, un avión que trasladaba toneladas de marihuana y cientos de miles de dólares en objetos prehispánicos. Su origen era el estado de Chiapas.
Las piezas arqueológicas salen del país por cielo, mar y tierra. No hay límites cuando se trata de transportar, ilegalmente, figurillas de barro o piedra. Algunas son sacadas del territorio nacional en camiones de doble fondo. Suelen ser colocadas en cajas de cartón o de madera que son cubiertas por una tapa falsa, que simula el fondo del camión. Después se les pone encima otro tipo de carga, no muy pesada, de tal forma que atraviesan la frontera norte sin que puedan ser percibidas por la policía.
Las piezas de gran tamaño, como estelas, frisos y esculturas monumentales, salen por mar. Los saqueadores los trasladan, hechas pedazos, en buques cargueros destinados a mover material de construcción. Así, las invisibilizan y las confunden con otros trozos de piedra o cantera que no tienen valor histórico alguno. Al llegar a su destino, son restauradas y vendidas a través de galerías, casas de subasta y mercado de antigüedades. La red es impresionante.
Por increíble que parezca, algunas salen del país por aire, a través de los aeropuertos internacionales. Los saqueadores las guardan en maletas en mano, cuyo contenido hacen pasar por “artesanías”. De acuerdo con las investigaciones de Fernando Baéz, todas las semanas se movilizan piezas robadas por las llamadas “rutas fantasma”. “Hay, al menos, 50 rutas menores o mayores para el tráfico de arte mexicano. Son negocios que se realizan con dinero, estrictamente, en efectivo y los grupos operan, principalmente, en Jalisco, Monterrey, Cancún y Gómez Palacio. También en Nuevo Laredo y Ecatepec”, afirma el investigador.
El gran escaparate
Al igual que sucede con la droga, los aeropuertos de Cancún y del Distrito Federal son los puntos que conectan, por aire, a México con el mercado negro de Ámsterdam, Madrid y Frankfurt. Las costas de Acapulco, Manzanillo y Zihuatanejo son, por otro lado, los puertos de salida para las piezas que abandonan el país vía marítima con rumbo al mercado negro japonés. Los expertos, así mismo, mencionan que países como Estados Unidos, Japón, Brasil, España, Francia e Italia albergan los más grandes mercados clandestinos del arte mexicano.
Sin embargo, las cosas están cambiando rápidamente. Los mercados de antigüedades, las galerías y las casas de subasta que por años han puesto en venta piezas arqueológicas, están siendo sustituidos por numerosos sitios de internet. Así lo comenta la arqueóloga Karen Bruhns, quien desde su estudio en San Francisco, California, se ha dedicado a rastrear y documentar los abusos cometidos a través de los sitios virtuales.
Bruhns es investigadora y catedrática universitaria. Nos sugiere que estemos alertas de los movimientos de las galerías online Merrin, Anthropos, William Siegal y Barakat, cuyos catálogos reúnen numerosas piezas prehispánicas de México. “La cantidad de galerías que comercian estas piezas es muy superior a lo que uno puede imaginar”, confiesa.
Por su parte, la arqueóloga del INAH, Blanca Paredes, confirma esta información. “Las subastas de piezas prehispánicas se han incrementado enormemente a nivel mundial. Y los precios que manejan son exorbitantes”, revela. En 2007, el INAH sentó un precedente al demandar, ante la PGR, a las casas de subasta mercadolibre.com y deremate.com, por la venta de objetos patrimoniales. No obstante, muy poco se ha logrado frenar desde aquel primer intento.
Basta consultar los catálogos online de las galerías que sugiere Bruhns o echarle un vistazo al de la polémica galería galería francesa Binoche et Giquello, para descubrir que las piezas mexicanas tienen una gran demanda en el mercado internacional. Esta casa de arte se hizo famosa la pasada primavera, por haber subastado una estatua estilo maya en cuatro millones de dólares. Y aunque el INAH considera que es falsa, debido a que es “de manufactura reciente”, los directivos de Binoche et Giquello criticaron a los funcionarios mexicanos por basar sus observaciones en fotografías, una práctica que, afirma, le parece cuestionable. La galería europea, además, tiene en su catálogo un centenar de piezas mexicanas más a la venta. “Quieren arruinar el mercado del arte prehispánico”, acusó Alexandre Giquello a los líderes del INAH, según publicaron algunos medios periodísticos.
La mayoría de las obras que se comercializan proceden de las culturas olmeca y maya. También hay varios perritos de Colima, hecho de cerámica roja, y urnas funerarias zapotecas, de Oaxaca. Como en cualquier otro sector comercial, el mercado negro sigue modas y tendencias. Hoy, lo más popular son figurillas antropomorfas hechas por los mayas, y las piezas de Veracruz.
Nadie se atreve a imaginar hasta dónde llegará el saqueo del país ni cuáles serán los números en un par de años. Lo cierto es que dioses y guerreros siguen cruzando las fronteras de México de forma clandestina para incorporarse a un universo en el que el pasado tiene un gran valor… Y un precio muy alto.
Arte en peligro
Debido a la crítica situación del comercio negro, existe una Lista Roja del arte prehispánico. En ella figuran las piezas mexicanas que, según el Consejo Internacional de Museos (ICOM, por sus siglas en inglés), están en riesgo de ser incorporadas al mercado negro del arte. La lista más reciente indica que, aunque las piezas de la cultura siguen estando en gran peligro, las figurillas del sitio arqueológico de Jaina, en Campeche, empiezan a figurar entre los gustos predilectos de los coleccionistas.
Las piezas de jade y de piedra verde también llaman la atención de los saqueadores. La demanda de joyas prehispánicas, en general, se está incrementando con rapidez. Pendientes, orejeras, collares y brazaletes de oro y metales aparecen en el listado de los objetos más solicitados. Lo mismo sucede con las vasijas de cerámica con formas humanas o de animales que fueron creadas por las prehispánicas del estado de Guanajuato.
Fuente: Revista Quo Especial Historia
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