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martes, 1 de noviembre de 2011

América Latina y el robo de obras de arte

Al final de la tarde del 21 de octubre, Óscar Hernández estaba haciendo la última ronda del día por la Casa Museo Negret, en la ciudad colombiana de Popayán, cuando descubrió un hecho inusual: había desaparecido un grabado en aguafuerte que Pablo Picasso realizó en 1955 y que había sido donado al museo en 1994.

"Yo mismo vi el Picasso en la mañana, al mediodía, a las cuatro de la tarde, pero cuando fui a apagar las luces del museo, ya no estaba", recordó Hernández, director del museo.

"El Museo Negret funciona sin presupuesto fijo. La casa se está cayendo y ha tenido un abandono progresivo, así que cuando se robaron el Picasso no había cámaras y sólo un vigilante", dijo.

Aunque no se trata de una de las obras más importantes o conocidas de Picasso y según Hernández estaba deteriorada, el hecho de que un grabado de un artista de talla mundial haya sido robado en Colombia no deja de ser significativo.

Además, vuelve a poner sobre la mesa cómo distintos países de América Latina son víctimas de hurtos relacionados con el arte y la propiedad cultural, una empresa criminal que genera pérdidas globales estimadas de hasta US$6.000 millones al año, según el FBI.


El arte del robo


En la historia reciente de Argentina, un robo con tintes de novela policial ocurrió a medianoche en plena navidad de 1980, cuando un grupo de ladrones ingresó por el techo del Museo de Finas Artes de Buenos Aires y sustrajo obras de artistas impresionistas franceses como Cézanne, Renoir, Gauguin y hasta una de las bailarinas de Degas.

Más de tres décadas después, el misterio continúa sin resolverse del todo y sólo han sido recuperadas tres de las 16 obras. Y ese logro ocurrió en 2005, después de una pesquisa que incluyó trabajos en Buenos Aires, Londres y Taiwán y que contó con la experiencia de un hombre que también ha trabajado para recuperar obras en Perú y en Brasil.

Se trata del británico Julian Radcliffe, quien pasó de ser un experto en inteligencia militar en el Medio Oriente a dirigir The Art Loss Register, un banco de datos de obras de arte robadas o perdidas que sirvió de base para certificar que las obras francesas eran en realidad las del museo argentino.

Gracias a esa experiencia y a otros trabajos en Brasil y Perú, Radcliffe conoce la situación en América Latina y explica que hay tres factores en los que la región está involucrada en el mercado de obras hurtadas.

"Primero están las obras que han sido robadas propiamente en América Latina. Segundo, el arte robado en Europa y Norteamérica puede ser 'reciclado' a través de Sudamérica, especialmente si ha sido usado en el mundo de las drogas. Tercero, está el problema de la excavación y exportación ilegal de antigüedades", argumentó en entrevista con BBC Mundo.

Noah Charney, director de ARCA, una asociación para investigar crímenes contra el arte, agrega que el principal problema para América Latina es ese tercer factor, al que se añade también el hurto de arte religioso.

"El comercio ilícito de antigüedades es el más difícil de prevenir, el más difícil de vigilar y (puede ser) el más rentable para los criminales", dice.

México lucha contra el saqueo arqueológico 


Antigüedades y bandas criminales

Durante su carrera de 15 años como agente encubierto del Buró Federal de Investigaciones (FBI), Robert Wittman tuvo la oportunidad de comprobar en carne propia los tres puntos que describe Ratcliffe y la importancia de lo que cuenta Charney.

Dice que se hizo pasar por un traficante de artesanías precolombianas para ayudar a recuperar unos 700 objetos que estaban siendo contrabandeados desde Guayaquil a Miami, viajó a Brasil para negociar la entrega de tres cuadros del estadounidense Norman Rockwell que habían sido hurtados de una galería de Mineápolis y jugó un papel en la recuperación de una pieza de armadura de oro de la tumba peruana del Señor de Sipán.

"Identificamos a quien estaba tratando de vender la armadura, yo me ofrecí a comprarla haciéndome pasar por un agente que negocia con arte precolombiano para coleccionistas y luego la trajeron desde Perú hasta Newark por Panamá. Capturamos a dos personas y recuperamos la armadura en 1997", le resumió la historia a BBC Mundo.

Cuando se le pregunta por el perfil de los criminales con los que él tenía que tratar, Wittman indica que los autores de los hurtos no se organizan sólo para robar arte. "Ellos también roban autos, están involucrados en el tráfico de armas y venden drogas si pueden".

Charney y Ratcliffe coinciden con ese vínculo entre el robo de arte y otros crímenes, como el narcotráfico.

El primero señala que se pueden comprar obras de arte para lavar dinero, como pago colateral en algún otro mercado negro o para pagar un rescate.

Agrega que en varios países de América Latina, los robos de arte ocurren "en territorios controlados por grandes grupos criminales que como mínimo tendrían que saber sobre estos crímenes y darles permiso a los grupos más pequeños que los llevan a cabo".

Ratcliffe, por su parte, argumenta que las obras de arte pueden ser usadas como una garantía de pago en un negocio criminal o de drogas. "Eso está pasando en Sudamérica y en los Balcanes", dice como ejemplo.

Pero Wittman es cauteloso con este último punto.

"Yo trabajé como investigador criminal del FBI. ¿Qué narcotraficante con dignidad entregaría dos kilos de heroína a cambio de un cuadro robado de Monet?".

"Nunca vi eso. Nunca en 20 años", concluye.



Advierten sobre el robo de arte en América Latina

Los recintos religiosos y las áreas arqueológicas de México, Guatemala y Ecuador están identificadas como las zonas de América Latina más vulnerables a la sustracción ilícita de bienes culturales.

Así lo denunció la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés).

"México, Guatemala y Ecuador son los países más afectados en la región por el tráfico ilícito de bienes culturales”, dijo a BBC Mundo Edouard Planche, responsable de la sección de objetos culturales de la Unesco.

En particular, las entidades sufren del robo de arte sacro y del saqueo arqueológico, debido a la frágil o inexistente seguridad que hay en estos recintos.

Según la Unesco, detrás del saqueo hay habitantes de las localidades a los que se les hace fácil robar un objeto para ganar algo de dinero, aunque también hay presencia de cazadores profesionales y organizaciones criminales activas en el nivel internacional.

La mayoría de las piezas sustraídas van a parar a manos de aficionados y coleccionistas de Estados Unidos, donde los objetos mexicanos, guatemaltecos y ecuatorianos son muy codiciados por su buen estado de conservación y gran belleza.

Aunque en Europa también se ha puesto nuevamente de moda la adquisición de objetos prehispánicos por parte de coleccionistas sin escrúpulos, según la Unesco.

"El combate a la sustracción ilícita de bienes culturales deber ser una prioridad, porque cada pieza es única y cuando desaparece suele ser para siempre", advirtió Planche.


Siguiendo la pista

La pintura "San Antonio de Padua con niño" fue robado en Quito en 1999.

Debido a que en estos países el registro público de monumentos y zonas culturales es deficiente, resulta imposible conocer el número de piezas robadas, pero lo que sí se sabe es que Interpol busca centenares de objetos a nivel internacional.

De las 35.000 piezas reportadas a Interpol como robadas en todo el mundo, 294 son mexicanas, 173 ecuatorianas y 56 guatemaltecas.

Entre los objetos figura un collar maya de 28 piedras que data de entre los años 900 y 1524 y que fue robado el 12 de abril de 2005 en San Martín Jilotepeque, Guatemala.

También se buca a nivel internacional la pintura al óleo "San Antonio de Padua con niño", que no tiene firma, data del siglo XVIII y fue robada en Quito el 9 de octubre de 1999.

Otra pieza a la que Interpol le sigue la pista es una escultura precolombina que representa a una mujer arrodillada, con el cabello retocado y collar al cuello, y que fue robada el 17 de agosto de 2006 en Ixtlán del Río, México.


Deficiencias

De acuerdo con Interpol, el tráfico ilícito de obras culturales es el negocio clandestino más redituable detrás del de drogas, armas y la trata de personas.

"La mejor forma de responder a este delito es desarrollando un detallado inventario del patrimonio nacional y una policía especializada en la identificación de obras, como lo hizo Italia", le explicó a BBC Mundo Karl Heinz Kind, coordinador de la Unidad de Obras de Arte de Interpol.

"También es sumamente intensificar la cooperación internacional y educar a la población local para que entienda que la herencia cultural no es renovable".

Según Heinz Kind, muchos de los objetos robados en países como México quedan fuera de la base de datos de Interpol, la plataforma por excelencia para la búsqueda de piezas a nivel global, debido a que las autoridades entregan informes incompletos o simplemente no tienen información sobre la pieza sustraída.

Para rastrear las obras más allá de las fronteras nacionales, se requiere contar con una fotografía clara del objeto y ofrecer una serie de elementos informativos para facilitar su identificación, como es el material con el que está elaborado, la técnica y el tamaño.

Fuente: BBC Mundo

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